Llegar a la sede que Proyecto Hombre tiene en la carretera de Alba de Tormes, es respirar tranquilidad y para nada “algo violento o incómodo”. Sus usuarios se encuentran en el jardín disfrutando del tiempo libre compartiendo diferentes talleres. “Son gente normal”. Así los define el sacerdote fundador y presidente de la entidad, Manuel Muiños, al que muchos consideran como “un padre”.
Desde hace años su labor en la rehabilitación de personas con problemas de adicción en la ciudad está “muy bien valorada”. Pero la polémica surgió hace un tiempo, cuando se dio a conocer la próxima apertura de un centro en el barrio salmantino de Prosperidad. Algunos de sus vecinos se oponen a esta iniciativa, “no a la labor que se hace”, como indican algunos, que prefieren guardar su identidad. Pero quizá, “la información manipulada de la realidad es la que se ve”, como explica Manuel Muiños.
Proyecto Hombre es “un método educativo terapéutico para la rehabilitación de personas con problemas de adicciones”. Se trabaja con distintos programas, dependiendo de la realidad y la necesidad de cada persona con su consumo o dependencia. Muiños señala que con lo que más se trabaja es el alcohol, cocaína, hachís, adiciones a otras sustancias, o las emergentes como las ludopatías. Y es que como incide, “cada vez está surgiendo más demanda de ayuda”, ya que la problemática está en la calle.
En este momento, entre tratamiento ambulatorio y residencial, cuentan con cerca de cien usuarios. También se hace atención a domicilio para personas que no pueden desplazarse o sus circunstancias no se lo permiten. Sostiene que la demanda, normalmente la solicita el entorno familiar, “ellos al principio no tiene muchas ganas de acudir” por eso remarca que su trabajo “está en motivarles para que hagan el proceso y sientan la necesidad de un cambio en su vida”.
Muiños asegura que “si se hace el proceso entero, se sale rehabilitado”, incluso hay casos que sin haber terminado, “han conseguido remontar”. “Nunca es un tiempo perdido el paso por Proyecto Hombre”, apunta con rotundidad.
El proceso para el cambio
El proceso que se realiza al pasar por Proyecto Hombre en Salamanca se basa en un trabajo personal, de conocimiento, de reeducación, un proceso de cambio donde la persona ve sus carencias y necesidades y “en lugar de escapar a través de las adiciones, lo que hace es afrontar la vida”, el día a día como una persona normal, buscando otras alternativas que no sean las sustancias.
Se trata de un proceso que lleva de una fase de motivación e integración a la de conocimiento y crecimiento personal, a una de reinserción en la que ya la persona tiene que tener su espacio y tiempo libre de manera organizada, su vivienda o familia. Manuel Muiños insiste en que “una vez que eso funciona durante un tiempo, bajo supervisión, entonces se le puede dar el alta terapéutica”. Este sacerdote salmantino destaca: «No les dejamos que se busquen la vida y ya está, sino que se les ayuda y supervisa que lo están haciendo bien hasta el final”.
La nueva sede en Prosperidad
Este proyecto cuenta en Salamanca con tres sedes en funcionamiento, una la de la carretera de Alba de Tormes, otra en el paseo Fluvial y la ubicada en la Casa de los Capuchinos. En proceso está la nueva, que se ubicará en el Convento de las Bernardas, en el barrio de Prosperidad de la capital.
Este emplazamiento, según Manuel Muiños, ofrecerá los mismos servicios que los demás, pero se espera que sea una “sede mejor”, porque cada una tiene sus peculiaridades. La nueva, genera “unas expectativas muy grandes a la hora de la atención a las personas”.
Además afirma tajante: «No vamos a convertir eso en un macrocentro”, como se está especulando y “es un centro más”, apunta. Desde Proyecto Hombre concreta que mo trabajan con grandes números dentro de lo que es la comunidad, en torno a las 40 personas, sino en grupos más pequeños “para dar una terapia adecuada, pero en comunidad, porque esa fuerza es muy importante y necesaria”, y añade: «Ese es nuestro método”.
El presidente y fundador recalca que si la Junta de Castilla y León «exige una habitación con dos camas, cuarto de baño, habrá que montarla”. “Es una necesidad” y, como insiste, hay una normativa que hay que cumplir y ese espacio permite hacerlo así. Explica que en el centro de Alba de Tormes tienen literas, y “puede llegar a ser incómodo para los usuarios”.
Con rotundidad también asegura que “no acuden niños, sino gente adulta” y a veces con ciertas dificultades físicas para moverse, por lo que las Bernardas pretende ser “una respuesta física de mayor calidad”, que facilite el proceso y su estancia a las personas.
“Que sea muy grande no quiere decir que lo llenemos de gente”, sino que se aprovecharán las salas para optimizar, para hacer varias sesiones al mismo tiempo y no tener que depender de turnos. Son lugares de convivencias más agradables y en un espacio de reinsercción pleno, porque está dentro del entorno urbano y permite “implicarse en el barrio”, porque todos ellos “saben ser y estar como personas civilizadas de manera adecuada con los demás”.
Facilitar la reinserción
Eso facilita la reinserción. “Hay espacios en los que se debe estar distanciado, sí”, afirma Manuel, pero a la hora de buscar la inserción laboral, “¿dónde se busca, en el campo?” La manera de convivir, hacer cursos…. “está en la ciudad”. En ese sentido, asegura que “quien tiene que insertar es la sociedad” y por lo tanto: «Si no entendemos esto, sobramos”, porque el proceso anterior no tendría sentido. “Me resisto a gasear a todo ser humano que no esté apto para convivir”, porque “hoy puede ser el otro, pero el otro puedo ser yo”.
El barrio en su mayoría, está a favor de la labor que realiza Proyecto Hombre, una minoría es la que no lo entiende. Le han llegado mensajes de todo tipo, se han hecho declaraciones falsas e incluso se han convocado manifestaciones en la ciudad para prohibir la ubicación en el barrio de “Prospe”, como es conocido.
Muiños está convencido de que “la gente siente miedo porque ha recibido una información falsa de lo que es Proyecto Hombre”. “Aquí la gente viene para cambiar a mejor, trata de integrarse y no de amargar la vida al prójimo”. Esos miedos, dice “son fruto de la información manipulada de la realidad”. Nunca han recibido quejas por su trabajo, es más, señala que han renovado los contratos con las otras sedes por varios años.
Este sacerdote aboga por seguir la línea del Papa Francisco, “para que se le de una salida social y de vida para acoger a los descartados de la sociedad”, a lo que responde que “más descartados que las personas con adiciones…”, y añade: «Muy descartados son cuando no quieren ser recibidos por algunos”.
Por su parte, desde Proyecto Hombre seguirán trabajando para hacer ver la realidad, “mostrar lo que somos y el tiempo dirá la verdad”. Así, asiente que no hay menores extranjeros no acompañados, los conocidos como ‘menas’. “No hay ni los vamos a traer”, dice y, tal y como argumenta, “no se deben mezclar churras con merinas, porque cada centro está especializado en lo suyo”.
El día a día
El día a día en Proyecto Hombre es una disciplina de organización, desde que se levantan en torno a las 7.30 horas de la mañana, algo que para algunos “es madrugar mucho”, como asegura entre risas una de las usuarias, Verónica, hasta las 23.30 horas que se van a la cama. La casa está organizada en sectores, así cada grupo se encarga de la lavandería, limpieza, cocina… además de un punto cultural.
Entre todos mantienen la estructura y, en ese sentido, Manuel Muiños dice que cuando vuelven a su vida normal todos saben cocinar o plancharse una camisa sin necesidad de depender de alguien. En ese día a día hay tiempo para la terapia grupal, para la individualizada con quien lo necesita y demanda, actividades lúdico-deportivas, depende del día, hay teatro, yoga, además de distintos talleres formativos en colaboración con las instituciones públicas.
Asimismo se cuenta con refuerzos de terapia de pareja o parentales. “Hay tiempos para todo, es la vida de la calle trasladada al interior de la comunidad terapéutica”. Como bien lo define, “somos una estructura que tiene un engranaje y cada piñón tiene su razón de ser”. Es consciente de que no son el santuario de Lourdes o Fátima, pero es cierto que “se logran cambios, nosotros solo hacemos el acompañamiento, el cambio lo logran ellos” y es que “la realidad no se puede rebatir”. A su juicio, “no se debería decir no a algo que edificante y constructivo, integrador y que aporta a la sociedad”. Así remarca que “los que no aportan son los que están en la calle consumiendo, no el que busca una alternativa en la vida”.
Experiencias positivas
Muchos de los que se encuentran inmersos en el Proyecto Hombre aseguran que “tienen sus días”, pero la experiencia “es inmejorable”. Uno de ellos, después de mes y medio en el centro, explica: «Me encuentro mucho mejor” y, desde primera hora, cuando te levantan con música, “es un no parar”. «Está claro que hemos venido a trabajar para estar mejor y para dejar esas adiciones”. Ese es el testimonio de Verónica, una vallisoletana que “agradece aprender a tener un ritmo de vida normal” para adaptarse.
Los grupos le gustan mucho y también compartir con los demás, sostiene, “es una buena forma de saber identificar y aprender de los errores”. Relata que antes no conocía las herramientas terapéuticas, algo que ahora siempre llevará “en la mochila” y explica: “No vale de nada estar en la calle, si me sigo sintiendo sola y sin ayuda”. Aquí aprende y ha encontrado su sitio para seguir avanzando.
Por su parte, Noelia es la pareja de Sergio -al que viene a visitar todos los fines de semana- y asegura: «Gracias a Dios vamos remontando”. A su vez, dice que le ve muy bien y han notado un gran cambio “hasta en su forma de hablar”. Ella entendía que al estar en la droga se cambia mucho, pero sin ayuda no habría sido posible. Ambos sueñan ya con un futuro y es casarse, porque “este cambio le ha devuelto la vida”. Por ahora ya tienen seguro al sacerdote de la ceremonia, cuentan entre risas mientras abrazan a ‘Manolo’.
Sergio no tiene reparo en contar su experiencia, cuando cayó en el mundo de la droga. Dice que comenzó fumando porros, después pasó a la cocaína; primero fumando y después traficando con ella. Reconoce que se metió en peleas y fue detenido. En la cárcel de Topas conoció a ‘Manolo’, como le llama con cariño, y decidió poner fin a esa “vida”. Agradece la ayuda de sus padres, de los terapeutas, y de su jefe, de que le abrieran los ojos “a tiempo”.
Antes de ser detenido, trabajaba montando carpas y dice que su jefe acudió hace unos días a verle al centro para darle ánimos, y recordarle que “tiene su puesto de trabajo guardado”. Eso es un “buen aliciente”, dice Sergio. Porque todo el mundo que perdió con la droga, “ahora hay que aprovecharlo y recuperar”. Junto a otros compañeros, explican que ahí “salvan muchas vidas”.
Sergio quiere lanzar un mensaje y dice que si alguien no ha probado la droga, incluso los porros, que parece que no es nada, él empezó así… “que no lo prueben y que pidan ayuda”. Muy sereno explica que no hay que avergonzarse de ello y “hay que asumir que tenemos un problema”. Él mismo cuenta que llegó incluso a esconder el bote de sal en casa para discutir y marcharse a pillar. “Hay que pensárselo dos veces”, agrega.
Convivencia “a piñón”
Sin duda toda una experiencia para los que pasan por Proyecto Hombre. Uno de los educadores sociales de este centro, Jorge Blanco, lleva en este puesto cerca de dos años. Empezó haciendo prácticas de un máster y se quedó “tan encantado” al ver los cambios que se daban en las personas que caminan hacia un punto mejor y veía lo productivo que era este programa. “Me ofrecieron la oportunidad de trabajar y no me lo pensé”, dice.
Asimismo reconoce que “hay días difíciles” porque los usuarios se han movido en entornos complicados y tienen situaciones a las que hay que hacer frente, pero remarca que “no se refiere a agresividad ni nada de eso”, sino al acompañamiento en sus conflictos externos e internos. Pero este trabajo es tan reconfortante al ver esos cambios notables en las personas, que “merece la pena y reconforta”.
Señala que son personas con una adicción, “da igual cual sea” porque el patrón de conducta o comportamental es “prácticamente similar”. Se trata de una convivencia “a piñón con ellos” y al final destaca que es “un ambiente real de familia”, ese es uno de los objetivos que inculcan. Se generan vínculos muy fuertes, ya que «al fin y al cabo se trabaja con personas, no ladrillos”, que sufren, se apoyan y “son vidas que están rotas”. Y si ellos tienen esa capacidad del perdón, “cómo no la vamos a tener los demás”.
Por eso, confían en que el nuevo centro de Proyecto Hombre sea aceptado por todos para poder conseguir esa convivencia real y la reinserción de las personas que lo necesitan en un mundo mejor para todos. En ese sentido, insisten en que “el que esté libre de pecado, que tire la piedra”.