“Cuando se hace la recuperación de los pacientes postCOVID que han dejado secuelas se efectúa una técnica parecida a la preparación de un deportista de élite o para recuperarse de una lesión de cruzado: primero se gana fuerza, que puede ser en la cama, y estabilidad de los miembros inferiores y tronco y aquello que se ha perdido; y por último se gana la agilidad de la propia articulación, la marcha, carrera y en muchas ocasiones piscina y caminar dentro del agua, que siempre devuelve fuerza. Luego se ayuda a caminar con ayudas técnicas, que progresivamente se quitan”.
Socorro Martínez, jefa de la Unidad de Rehabilitación del Hospital Benito Menni de Valladolid, habla de su experiencia con los enfermos que han superado el coronavirus en los últimos meses pero que lo han hecho con secuelas físicas, pacientes que ahora siguen una rehabilitación prácticamente de deportista de élite para intentar volver a su situación anterior. Muchos de ellos llegan al centro, de carácter privado, provenientes de Sacyl y de mutuas a través de conciertos.
Pero hay otro aspecto que ha llamado la atención a los profesionales que forman parte del equipo que dirige Martínez: un aumento superior al 30 por ciento de las lesiones con la vuelta al deporte, no ya de los deportistas de élite, sino del ciudadano de a pie que practicaba ejercicio en menor medida, y ahora también los traumatismos por zambullidas imprudentes.
Martínez sabe bien de lo que habla, pues además ejerce como jefa de los servicios médicos del Club Liberbank Gijón La Calzada y es rehabilitadora en la Liga Guerreras Iberdrola y la Selección Española de Balonmano. Va de gimnasio en gimnasio dentro del centro residencial, donde se encuentra con pacientes y colegas que la saludan desde que el 13 de abril, en pleno estado de alarma, comenzó a trabajar en Valladolid. Con todos ellos ha podido constatar que el aumento de lesiones “se debe a que la gente está acostumbrada a pensar que camina por casa”, principalmente cuando se ha producido el confinamiento por el COVID-19, pero “realmente eso no es así, es mínimo”. “Y, ¿qué ocurrió? Pues que cuando nos permitieron salir a la calle, en lugar de andar progresivamente y adaptarnos al tiempo o a la distancia, o a ambos, lo que hicimos fue salir a mansalva, con largas longitudes, mucho tiempo de caminata, carreras o ejercicios que nunca hemos hecho antes y doblando esfuerzos, lo que motivó lesiones y sobrecargas”, advirtió.
Además, la gente “se apuntó” a materias como kick boxing o crossfit, con lo que aparecieron lesiones importantes, “tanto musculares como “fascitis plantares tendinosas y roturas de cruzados y demás”. “Algunos pacientes nos dicen que les duelen músculos que no sabían no que tenían”, ironiza. Esto contrasta con aquellos que han protagonizado un “inmovilismo casi absoluto” y que casualmente es el problema al que se enfrentan los enfermos de COVID-19 diagnosticados como graves, “que han estado en cama durante mucho tiempo”. “Algunos nos dicen que han llorado del dolor muscular que tenían”, incide.
El problema del carbónico
En los deportistas de élite se ha comprobado, lógicamente, que “no es lo mismo entrenar en casa que acompañado, pues la intensidad baja aunque estés muy concienciado”. Cuando estos profesionales se han reincorporado, principalmente en el caso de deportes de equipo, muchos de ellos han tenido que colocarse las mascarillas porque son de contacto, como es el caso del balonmano. Ello ha provocado que el ácido láctico “al respirar dentro” ha motivado un aumento de lesiones porque esa toxina “perjudica la acción muscular”.
Todo ello ha conllevado, por ejemplo, que en las primeras jornadas de la Bundesliga, la competición doméstica alemana, la primera en regresar tras el confinamiento, hubo “numerosos lesionados en las primeras seis jornadas, por el carbónico generado por el uso de la mascarilla a la hora de hacer deporte”.