El Mancebo de Arévalo es uno de los más relevantes escritores de literatura castellana-árabe del siglo XVI en España, una figura muy destacada pero poco conocida natural de la localidad abulense que le da ‘apellido’, cuyos escritos permiten conocer mejor cómo era la comunidad mudéjar en los años posteriores al bautismo obligatorio que impusieron los Reyes Católicos. Este autor es el protagonista de una exposición monográfica que hoy abrió sus puertas en el Almacén Visitable de Santo Tomé del Museo de Ávila, que reivindica y celebra la importancia de un personaje lleno de matices del que aún queda mucho por conocer.
La muestra, que podrá verse hasta el día 15 de diciembre, fue inaugurada por el consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León, Javier Ortega, que recalcó la “obligación” de los responsables de Cultura y de Patrimonio de “rescatar la cultura que en otras ocasiones no se ha conocido tanto”. “En este caso lo que queremos es dar a conocer esta destacada y desconocida figura del Renacimiento no solamente a los ciudadanos de Ávila y de Castilla y León sino también a los turistas”, apuntó.
La muestra, añadió el consejero, es “un ejemplo” de “las exposiciones de calidad” en las que están “completamente volcados” en la Consejería “para que los ciudadanos tengan una verdadera experiencia cuando vengan a visitarlas”, una cita dedicada “a un personaje que tuvo que ocultarse por el peligro que significaba la Inquisición” y del que ahora podrá saberse mejor “cómo pensaba y cómo escribía”.
El director del Museo de Ávila, Javier Jiménez, apuntó que “la exposición está dedicada a una de las figuras más importantes de la literatura aljamiada española, escrita en castellano pero con caracteres árabes”, un corpus con algunas obras más conservadas pero en el que “las que tienen más importancia son precisamente las de este personaje de Arévalo”, alguien que por “vivir en una época en la que tanto el judaísmo como el islam estaban prohibidos” tuvo que hacer que sus obras “circulasen clandestinamente, y para evitar a la Inquisición siempre firmó con seudónimo”.